—No me pegues más por favor —ya no sabía como escapar, de modo que supliqué
Ella no se lo pensó dos veces y volvió a abofetearme con una mano grande como un pai-pai de mármol. haciéndo saltar mis gafas a una distancia olímpica
Esta vez me fallaron las piernas y caí al suelo.
—Ahora ve a recoger tus gafas llorón —me decía esa monstrua
Todos los niños del cole se reían de mi. Pero me daba igual porque sólo oía un pitido muy alto en la oreja del bofetón.
Noté como se hinchaba mi mejilla. Ardía por dentro y picaba por fuera. Pero eso no era nada comparado con la angustia y el mal cuerpo que me apretaba el alma. Empecé a llorar.
Me quedé un buen rato sollozando. Alguien me acercó las gafas y se quedó un rato de pie mirándome. Yo no quería ni levantar la mirada. ¡Sentía tanta vergüenza!
—Levanta —me dijo
No respondí y seguí gimoteando donde estaba.
—He dicho que te levantes
Levanté mi cabeza. Era Raquel, una chica muy rara. Me caía muy bien, tal vez porque estaba fuera de todos los grupitos que había en el cole. Pasaba de todo el mundo pero sin dejarse acobardar. No era muy popular aunque era guapa. ¡Jo!, teníamos tanto en común
Entonces me di cuenta de que me gustaba de verdad. Podríamos incluso llegar a ser novios. Me ví conociéndonos a fondo, apoyándonos en los momentos difíciles y compartiéndolo todo. Lo podía ver claramente: terminar el colegio, entrar en la misma universidad, nuestros primeros trabajos, nuestra boda, muchos hijos…
—Escúcha, ¡Levántate ahora!
Sonreí, me puse las gafas y me levanté rápidamente
Ella también sonrió
Me sentí como si estuviera en el cielo. Podía ver colores y luces. Podía oler el césped
—Sabía que podía enviar las gafas más lejos que ella —dijo mientras se alejaba
Notaba sangre en la boca y saliendo de mi nariz. Creo que la muy cabrona me había roto algún diente
Deja un comentario