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Posts Tagged ‘Experimental’

Mañana me levantaré y haré las cosas que hago antes de ir a trabajar. Iré al baño y me ducharé. Luego me vestiré y saldré a trabajar. Por el camino compraré un diario y desayunaré un pastel de hongos y un zumo de pera mientras leo.

Cuando llegue a la oficina, puede que vea o no a la preciosa presidenta de la empresa. No me acuerdo. Normalmente siempre la veo, así que es posible que también la haya visto mañana. Subiré por las escaleras de dos en dos y tropezaré haciéndome mucho daño en el tobillo. Esto será crucial para que más tarde, mañana, muera.

Trabajaré rápido pero con muchos errores, ya que el tobillo me arderá por dentro. Probablemente tendré un esguince. Me pregunto qué consecuencias tendría el que me cure ahora, hoy, un tobillo que me lesionaré mañana. Eso no es nada comparado con las consecuencias que tendrá que no muera mañana.

Cuando salga del trabajo iré a comer a St.Suitton. Allí hacen un can al cilantro con nabo y nuez delicioso. Beberé vino de arroz y me pasaré un poquito. Es curioso que hoy tenga resaca, parece como si la consecuencia acompañara a su creador.  Saldré del bistró iré a cruzar la calle, miraré por el carril contrario al del tráfico, estilo “maldición del Inglés errante” y no veré el autobús que se me echará encima. Intentaré esquivarlo pero me fallará el pié lesionado y moriré atropellado.

Llevo un rato pensando qué hacer y cómo enfrentarme a ello. He decidido que si la consecuencia me persigue, lo más probable es que se desencadenen una serie de bucles sin salida posible. No hay un catalizador de consecuencias para lo que hago. La única posibilidad es finalizar mi vida aquí y ahora; así no podré morir mañana. De modo que termino conmigo ahora mismo.

¿THE END?

¿epílogo?

No lo recordaba, pero ayer es un día precioso. Ayer será un gran día

perrolluvia

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¡BUF!

–Puedes contármelo, prometo no enfadarme

–No pasó nada, de verdad

–Hombre, has estado dos días sin apenas dar señales de vida. Iba a llamar a las fuerzas de seguridad

–Es que una cosa llevo a la otra, los amigos me liaron…

–Bueno, tú dímelo. Seré comprensiva. Entiendo cómo sois los hombres. Se que hay que dejaros vuestros momentos de libertad para que descarguéis el estrés

–¿Momentos de libertad?

–Ya me entiendes hombre, que salgáis… con vuestros amigotes y tal

–¿Amigotes?

–Que pasa, ¿Acaso no fuiste con tus amigos? ¿Fuiste a ver al presidente?

–Si, sí

–¿Y qué más hicisteis? Aparte de pillaros una buena, ¿Debatir sobre el Estado de la Nación?

–Je… si

–¿Ves? Si es que no sabéis hacer otra cosa, más que beber y beber, como cosacos. No tenéis ni idea de lo que cuesta todo, del esfuerzo necesario, del sacrificio

–Joder, si sólo fueron unas cervezas

–¿Unas cervezas? Parece mentira, con cuarenta y cinco años y borracho como una cuba

–Que no, que no. Es que tenía el estómago vacío y me sentó mal

–Ni beber sabes. ¡Mírate!. Llevas dos días que no paras de vomitar. Vas de un lado a otro como un zombi.¡Un zombi de cincuenta años!

–Tengo cuarenta y ciiiiinco.

–Bueno, ¿Y qué más?, ¿Qué más hicisteis?

–Nada, salimos por ahí

–¿Por ahí?… ¡Oye!, ¿No os iríais de putas?

–Nooooooooooo

–¿Os fuisteis a un burdel?

–¡Jamás! Niego tajantemente…

–Mírame y dime que no, ¡Putero!

–Nos dijeron que era un local social, una discoteca

–¡Serás… guarro!

–Pero sólo había bailarinas. Nos dijeron que era un sitio cultural, un nosequé de las Civilizaciones. ¡Se llamaba “El Grecia” y todo!

–¿Cultural?, cultura te voy a dar yo a ti… ¡Oye, ven aquí! No te vayas cuando te estoy hablando

–¿Qué quieres ahora?

–¿Alguien te vio?

–¿Cómo que si alguien me vio?

–Sí, ¿Que si alguien te reconoció?, eres una figura pública

–No, no creo

–Y tus compañeros, ¿No te dijeron nada?, ya me estoy imaginando los titulares: Diputado beodo se va de putas

–No me vio nadie mujer

–En serio que no me causas más que disgustos. A ver si te marchas con la fresca de una vez

–¿Quieres que me marche de casa?

–Si

–Joder mamá, cómo te pones por una juerguecilla

perrolluvia

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El Suceso

─Por favor señora, cuente exactamente lo sucedido

─Es señorita

─Disculpe

─Una noche normal en el bar de la gasolinera, pero con mucho trabajo. Estaba lloviendo a mares ¿Sabe? Y hacía un frío que pelaba. Tenía los pies destrozados de todo el día de trabajo y de la humedad. Entró este hombre. Llevaba un abrigo mojado y muy sucio. Era guapo pero muy frío… daba mucho miedo.

─¿Haría usted el favor de hablar con el retratista un poco más tarde? Un retrato robot sería muy útil. Continúe por favor

─Cuando entró fue terrible. Apareció por la puerta y fue como si todo el calor del bar fuera succionado. Yo creo que todos tuvimos un escalofrío al verle, era imposible apartar la mirada.

─¿Qué ocurrió cuando entró? ¿Les amenazó?

─No, no, de este hombre sólo salían palabras educadas. Pero la forma de decirlas… no se, era muy extraño. Era como si nos odiara a todos.

Se dio cuenta de que nos habíamos quedado congelados e intentó quitar hierro al asunto, pero, de verdad que me puso más nerviosa. Dijo que hacía un frío infernal fuera y que quería calentar los huesos. Pidió un café. Me puse tan nerviosa que lo derramé. Cuando se lo llevé me dio las gracias, pero me hizo sentir como si fuera un elefante en una cacharrería.

─Le dijo algo?

─Bueno, en realidad le dio un par de sorbos al café y le dio un manotazo a la taza estampándola contra la pared. Dijo que se había quemado y que había sido un accidente. Pero lo hizo aposta agente. Nuestro café tal vez no sea el mejor del mundo, pero la rabia que había en su mirada mientras lo hizo …

─¿Alguna cosa más que se le ocurra? ¿Volvió a dirigirle la palabra o a interaccionar con él?

─No

─Eso es todo señorita, muchas gracias por la declaración

 

 

 

─Señor, estaba usted en la bar de la gasolinera en esa fecha?

─Por Dios que sí estaba señor. Estaba tomando un tentempié de alubias con su morcillita y su choricito. Entonces entró ese hombre. Arda yo en el infierno si no tenía la pinta del mismísimo diablo. Con ese abrigo lleno de mierda … hablando en plata … y esa mirada de grandísimo hijo de puta. Discúlpeme otra vez agente. Cuando tiró la taza contra la pared, casi le da a Juana. Ella puede que no sea la camarera más rápida del mundo, pero sabe Dios que con esas curvas no lo necesita. A mi me gustan rellenitas ¿Sabe usted?

─Continúe …

─Bueno, no le iba a consentir ese trato a una señorita. De modo que me levanté para darle un buen par de hostias. Cuando me acerqué un poco hacia donde estaba, me miró y me quedé helado. El tipo me sonríe y, ¡Madre mía!, casi se me para el corazón

─¿Qué le dijo?

─Me dijo que el café que servían en este local estaba de muerte. Y lo dijo en un tono que no era precisamente amigable. ¿Entiende lo que le digo? El tipo se puso en pié y se acercó más hacia mí. Casi me meo en los pantalones.

─¿Le agredió?

─No, peor, me invitó a un café. De modo que volví a mi sitio en la barra y me lo tomé. Si puedo evitar una pelea, pues la evito, ¿Entiende?

 

 

 

─Se encontraba usted con sus dos hijos, ¿No es así señora?

─Así es, tomábamos algo mientras mi marido… repostaba…

─Lo siento mucho Señora, tenga mi pañuelo. Tómese el tiempo que quiera

─Gracias, ya estoy bien.

─De acuerdo, dígame ¿Cómo ocurrió?

─Ese… hombre se acercó hasta donde estábamos. Se fijó mis hijos y luego en mí. Nos miró de arriba abajo.

─¿Les agredió?

─No

─Entonces, ¿Esas contusiones en su cara?

─Fue un accidente

─Señora, yo…

─¡He dicho que fue un accidente!

─De acuerdo, continúe

─Parecía que nos estuviera haciendo una radiografía. Recuerdo el silencio que había en el bar. Alguien había quitado la música; sólo se oía la lluvia. Mis hijos estaban bastante asustados. El mayor, no pudo evitarlo y se hizo pis.

─¿En algún momento habló con usted?

─Sí, me preguntó que qué me pasaba. Le dije la verdad, que se trataba de un accidente

─¿Y qué hizo?

─Me enseñó una identificación de policía y me dijo que podía ayudarme. Sí, ayudarme…

─¿Era policía?

─Ese hombre no podría ser un policía. Además, la identificación estaba manchada de algo que parecía sangre. Le preguntó a mi hijo pequeño por su papá y el pobre señaló hacia la gasolinera antes de que yo pudiese evitarlo

─¿Salió del bar?

─Fue hacia la puerta de la cafetería y antes de cruzarla, dijo que estaba diluviando fuera. Nos advirtió que no saliéramos. Dijo que podía ser muy peligroso.

─¿Y nadie lo hizo?, ¿Nadie salió?

─Usted no sabe como lo decía. Ese hombre es el diablo. A ninguno se nos pasó por la cabeza desobedecerle. Al rato…

─ Por favor, continúe

─Al rato apareció con mi marido. Dio una patada en la puerta y apareció con el cuerpo de mi marido en brazos. ¡Dios Santo!. …¡Y los ojos! ¡Sus ojos! estaban abiertos, y miraban a todas partes. ¡Me miraban a mí!

─Señora, mantenga la calma… tome esto es un tranquilizante

 

 

 

─¿Es usted el encargado de la gasolinera?

─Sip, servidol de Dios y dusté

─¿Dónde se encontraba?

─Estaba ahí fuera. Con la q’arreaba tenía que pringar. Había mucho poblema con el tráfico, ya m’entiende. Mucho cochej que surtir

─¿Qué pudo ver usted?

─Cuando apareció por er que me pregunta, sólo había un pollo echando gasofa. Yo… yo me dije que era un colega. No podía ver mu bien al indiiduo porque caían chuzos de punta ¿Sabusté?. El der coche había llenao er depósito y m’había dao er prástico pa pagal. Asín que me metí en la caseta pa pasarlo pol la tepuve. Tenía a los estopa a toda leche, asín que no oí ná. Cuando vorví er der coche estaba en er suelo con el cuello partío en dos. Miré al tío raro y me dijo que s’había dao una hostia d’espanto.

─¿Cómo estaba el cuerpo?

─Estaba doblao mu malamente. Pero cuando lo flipamos de verdá ej cuando erepente se puso a mover

─¿El cuerpo se movía?

─Debía sel lajonvulsiones pofmorten. Era como una lagartija cuando le cortas er rabo. Nos dio un sutto… Er rarito lo cogió enbrazos y se lo arrastró ar bar pidiendun médico.

─¿Pedía un médico? ¿Entonces fue un accidente?

─Eso ya… no li puedo yo decil. Polque no lo vi con estos misojos. Pero si que fue mu fuerte polque al entral iba cargao con el cuelpo y fue comuna xalación. Dentro tenía otra pinta. Usea que se notaba que’staba mu muerto ¿Sabusté? No daba lugal a dudas.

 

 

 

─Cuénte lo ocurrido

─Entra el tipo con un cadáver en brazos. Tenía el cuello doblado en un ángulo extraño. Recuerdo la boca abierta, llena de sangre y con trozos de dientes colgando de las encías. ¡Era asqueroso! Y delante de su familia.

─¿Es cierto que pedía un médico?

─Sí, pero miró el cadáver más cuidadosamente y desechó esa idea. Sin duda se dio cuenta del espectáculo que estaba montando y dejó el cuerpo.

─¿Parecía tratarse de un accidente?

─No

─¿Porqué no?

─Ese tío. Ese hace que los accidentes ocurran. Ese no era trigo limpio. Se identificó como un policía. Pero ni por un asomo lo parecía. Con un abrigo lleno de barro y sangre. Con una voz y unas formas. No he visto nadie así y créame que conozco verdaderos criminales. Este tipo era lo más malo que he visto jamás.

─¿Qué ocurrió entonces?

─No se, se fue. Es todo muy confuso


 

 

 

 

Paró de llover y todo quedó en silencio, excepto por las gotas que todavía se desprendían de los árboles y del tejado del bar. En el suelo se habían formado multitud de charcos. Aquellos que se encontraban alrededor de la entrada al bar de la gasolinera estaban teñidos de rojo. La puerta del bar estaba entreabierta. No dejaba que se cerrara la pierna de un cadáver. El resto del cuerpo estaba en el interior, y al lado del cadáver se encontraba él, de pié, frente al resto.

Un halo de terror por la visión del cuerpo les mantenía a todos paralizados. Sólo se oían los sollozos de los niños pequeños. La madre de los niños estaba muda de espanto. Él se adelantó hasta interponerse entre ellos y el cadáver. Levantó la cabeza y les dedicó una mirada que hubiera congelado una caldera. Sólo se escuchaba su respiración, muy profunda y pausada.

 

De repente se dio la vuelta y miró hacia fuera.

─Vaya, amigos, ha dejado de llover ─dijo

Abrió la puerta e inspiró profundamente. Sin decir una palabra más, agarró sus cosas y salió hacia el coche. Limpió con el abrigo unos restos de sangre del guardabarros. Debían ser del policía que había atropellado en la carretera unas horas antes. Montó en el coche, encendió el motor y se fue.

Abrió la ventanilla. Entraba una brisa deliciosa con olor a lluvia reciente. La luna asomaba por un claro entre las nubes.

Iba a ser una noche preciosa

perrolluvia

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–¿Otro café? –pregunté a Mickey y levanté el brazo para llamar a la camarera

–Estoy bien gracias. Cuéntame con más detalle lo ocurrido

Eché mano al bolsillo interior de la Blazer gris y saqué un habano y un mechero. Cuando llegó la camarera me estaba encendiendo el puro

–Ponme otro café preciosa, un expreso –eché un par de bocanadas de humo y continué la historia

(¿Qué ocurrió en Highgrove?)

–Me encontré con Jimmy Olive en el almacén de la calle Highgrove, el que usamos para esconder la mercancía del Aeropuerto. Nos montamos en el coche:

“Me acabo de tirar a la tía más fea del mundo “me suelta.

”¿Te has tirado a tu madre?” nos empezamos a partir el culo a reír.

–Paramos en el descampado donde habíamos quedado con los Limanni, nos bajamos del coche y esperamos. Al cabo de un rato aparecieron en un todoterreno.

“Eh” les dije

“Eh” me saludaron

–Putos sosos de mierda

“¿Esta bien vuestro jefe?” dijo Jimmy .A Don Limanni le habían operado de una fístula hace poco “¿Le ha quedado bien el culo?”

–Uno de ellos se llevó la mano a la sobaquera, pero el otro le detuvo.

“Sí, está mejor, gracias por preguntar” hizo una pausa y continuó”¿Tenéis el sobre con el dinero?”

“Claro“, le dije “aquí tienes” lancé el sobre cerca de donde se encontraban. Que se arrastraran a por el dinero. Y se largaron

–¿No hicieron nada? –dice Mickey

Llega la camarera con el expreso, ummmh… le echaba yo un expreso también

–¿Qué podían hacer? –le digo –, son una panda de flojos. No iban a hacer un mierda

Mickey se queda pensando

–Jimmy Olive ¿Eh?, ¿Sigue llevando esos trajes tan coloridos?

–Jejeje, siiiiii –le digo –, ¿No conoces la historia?

–No

(la historia de J. Olive)

–Resulta que el tío se pilla un pedo de cuidado y vuelve a casa a dormirla. De la mierda que lleva, busca la llave en el felpudo de la casa equivocada.

–¡No!

–Lo más cachondo es que ,efectivamente ,hay una llave debajo del felpudo y se cuela en la casa de al lado

–No me lo puedo creer –Mickey se tronchaba

–Eso no es todo. El tipo se despelota en menos que canta un gallo y se mete directo en la cama. En condiciones normales se hubiera quedado dormido en cuestión de segundos. Pero en el último momento se le ocurre alargar la mano. Cuando palpa un poco, es consciente de la situación: ¡Se ha equivocado de casa!. Aún con el pedo uno siempre se da cuenta de estas cosas, la parienta jamás ha tenido un culo tan prieto como ese

–¡No me jodas!

–El tipo se pone a cien y empieza a fantasear en segundos, con todas las ilusiones sexuales desde su juventud: la joven mamá del compañero de clase, su profesora de matemáticas… la vecinita despampanante ¡Joder!, el tío está echando humo. No se lo piensa dos veces y ataca ese culo perfecto con todo lo que tiene

–¡Dios! –las risas de Mickey se oían por todo la cafetería.

Me tomé un respiro y le di un sorbo largo al café y una calada al puro

–Y no has oído lo mejor –le digo

–No jodas, ¿Hay más?

–Según se la mete, se da cuenta y piensa “¡Coño! puedo estar cometiendo una violación”. El tipo se ve en la cárcel de por vida. Lo ve tan negro aún en su estado, que se le empieza a bajar el tema. Y cuando parecía que todo se iba a quedar más frío que un témpano, ¡Zás!, ve que el culo cobra vida y empieza a menearse arriba y abajo, dulcemente, juguetón pero pidiendo guerra.

–¡Anda ya!

–Jimmy se viene arriba como un campeón. Y vuelve a la carga con mayor empuje todavía. Para él está siendo el mejor polvo de su vida. Del placer tan intenso durante el orgasmo, el tío sufre una especie de petit morte y está a punto de perder la consciencia.

–¡Joder con la petit morte!

–A él le acojona quedarse dormido y que la parienta le descubra. Así que sin mediar palabra reúne toda la voluntad que le queda, se viste y se larga a toda hostia. Ya volverá otro día

–¡Claro! Mejor que no te pillen en la escena del crimen

–Esta vez se asegura de que se trata de la casa correcta y se acuesta.

Mickey se queda sin palabras, no para de reír. Guardo la traca más fuerte para el final:

–Al día siguiente … –le digo

–¿Hay más?

–Queda lo mejor –continúo –, al día siguiente se levanta con una magnífica resaca de proporciones bíblicas. Un clavo al rojo en la cabeza. Pasa un rato hasta que recuerda lo ocurrido al llegar a casa. Al principio no se lo cree, piensa que es un sueño. Pero luego se da cuenta de que ,efectivamente ,tuvo lugar. No puede evitar una sonrisa a través de su enorme dolor de cabeza. Fue el mejor sexo que jamás haya podido tener. Joder, de la ilusión parece que el tarro le duele menos. De repente, “Mierda, mierda, mierda” su sonrisa se congela. Su gesto cambia del buen rollito hipercojonudo al miedo más cagón. El momento en el que te das cuenta que la has jodido con todo el equipo. Cuando te entra un vértigo infinito que te sube por los huevos hasta la garganta y eres consciente de que ya no hay vuelta atrás, que has metido la pata hasta el fondo

–¿Qué pasó?, joder dímelo

–Jimmy cae en la cuenta de que sólo tiene … un vecino

Mickey tuvo que salir un momento fuera de la cafetería para poder recuperar el control de su risa. Tiró varios platos de las mesas por el camino, y no paraba de llorar y clamar al cielo. Yo aproveché para terminar mi expreso que se había quedado frío con tanto palique.

Al rato Mickey volvió. Enrojecido, pero algo más contenido y se sentó delante.

(Después de Highgrove)

Se tranquilizó un poco y continué.

–Pero no he terminado de contar lo que ocurrió después.

–¿Qué ocurrió? –me pregunta

–A los dos días Jimmy llega a su casa, y los Limanni le estaban esperando. Le cosen a tiros allí mismo, delante de su familia.

–¡Ah! De eso sí me había enterado –me mira ahora con cara de resignación

–Bueno –le digo –, al fin y al cabo el tío se estaba cepillando al vecino. ¿Un maricón menos verdad?

–Sí …

–Todo porque alguna rata de mierda había dado instrucciones a los Limanni ¿Verdad? –me levanto de mi asiento –, ¿No es cierto escoria?

Saco mi automática y le vacío medio cargador en la cabeza. La mesa y la pared blanca de la cafetería se llenan de una sustancia negruzca y viscosa. Se oyen gritos alrededor

–Tranquilos, soy del FBI –grito al tiempo que me giro encarándoles –, este hombre era un terrorista muy peligroso que iba a cometer un atentado

Salgo de la mesa de la cafetería y me dirijo hacia la puerta aplacando a la gente con las manos –En breves instantes –, les digo –vendrá la policía a retirar el cadáver y tomarles declaración. Permanezcan en el recinto por favor.

Salgo por la puerta de la cafetería. Miro por el rabillo del ojo y no veo a nadie salir. Me monto en mi coche medio descojonado y me piro a toda leche.

perrolluvia

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Muñecas rusas

Un parque. Un hombre se sienta en un banco. Saca un paquete de tabaco. Se enciende un pitillo. En ese momento aparece otro hombre. Se coloca en el banco de enfrente. Mira fijamente al tipo del cigarrillo. “¿Y este tío? Parece que lleve días sin comer. Esos pantalones largos, esas alpargatas, esa barba. A lo mejor se separó. O perdió el trabajo. Puede que la familia no quiera saber nada de él. ¿Por qué? ¿Era alcohólico? Quizá no pudo soportar la perdida de un hijo y se dio a la bebida”. En ese instante llega un tercer hombre. Se sienta en otro de los bancos. Deja las bolsas de plástico que lleva en la mano en el suelo. Mira a ambos lados. “¿Y estos tipos? ¡Qué raros! Uno andrajoso y otro con traje. Mirándose insistentemente. ¿Qué demonios harán aquí a estas horas? El del traje lleva los zapatos manchados. Seguro que ha estado detrás del otro durante días. Quizá le deba dinero. O pertenezcan a clanes rivales. Habrán estado esperando a estar solos para arreglar las cosas. Pero… ¿Quién estafó primero a quién?”. El tipo de la barba se mete la mano en el pantalón. El del traje abre su maleta. Y el de las bolsas rápidamente rebusca algo en el interior del bolsillo de su chaqueta. Entonces, de repente, aparece otro hombre.

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1
– ¿Estás asustado?
– No
– ¿Porqué no?
– Me das asco, no me asustas
– He hecho todo lo posible, lo siento
– No pasa nada
– Dime, ¿Qué podría hacer para asustarte?
– No puedes
– ¿Porqué?
– Porque sólo me doy miedo yo mismo
– ¿En serio?
– Si


– Y si te hago mucho daño, ¿Entonces te daría miedo?
– No te tendría miedo a ti, tendría miedo del dolor que siento, de las sensaciones de mi cuerpo. Tú seguirías siendo poco más que una mierda para mi
– ¿Y si hago daño a alguien a quien quieras?
– Estamos en las mismas. Sentiría dolor por la privación del sentimiento hacia esas personas. Son sentimientos míos, no son provocados. No me darías miedo en ningún caso. Me das asco
– Pero debe haber alguna forma, sino sería un completo fiasco. Después de todo el trabajo que me ha llevado estudiarte, el secuestro, todo el riesgo, todo el esfuerzo invertido. En serio, me sabe muy mal decepcionar a una de mis víctimas de esta manera. Soy un profesional ¿Sabes?
– No te preocupes, encontrarás una forma. Tu mente parece encontrarse especializada en este tipo de situaciones.
– ¿Qué te parece si te privo de libertad para el resto de tu vida?, ¿O si te incapacito de alguna forma? Eso puede servir, puede hacer que el temor se propague por tu organismo ¿Verdad?
– Nada de eso sirve, ya te digo que …
– Oye, ¿Y si me transformo en ti?, lo único a lo que tienes miedo es a ti mismo ¿No?
– Pero eso no es una buena idea, no puedes hacer eso, ¡NO!
Corre, corre enloquecido y salta chillando al vacío.
Muerto de miedo

2
Los tres tontos están en línea. El más gordo se ríe solo. El de en medio permanece serio mirando al frente, a un punto imaginario en el espacio. El delgadito esta muy triste, tiene los ojos acuosos y parece que va a romper a llorar.
Delgadito dice: Os odio, os odio a todos
Gordito dice: Eres un estúpido! y empieza a desternillarse
El de en medio permanece callado. De repente da un paso al frente. Gordito y Delgadito pierden el equilibrio y caen uno sobre otro.
El de en medio se acerca mucho a nosotros, solo vemos la mitad de su boca, pero sentimos su respiración. Ahora nos parece agitada. Parece que está a punto de decir algo. Abre poco sus labios, muy poco. Le cuesta, pero sale un hilo de voz entre la respiración:
… yo … también …
… también …
… os …
… odio …

3
Habrá que dejar que la naturaleza haga su trabajo
… y va la cabrona, y lo hace

4
Dios mío!, qué picor!
No termino de localizarlo, me he rascado la espalda contra la pared, lo he intentado con los dedos pero no llego. Me está volviendo loco. Me tiro al suelo panza arriba, y me restriego. No consigo alcanzar el punto justo. Busco alguna herramienta que me pueda servir. Pero no hay nada en la habitación. Las paredes y el suelo acolchados no sirven. Y me pica, me pica me está sacando de mis casillas. No puedo estirar mis brazos y tocar la espalda, los tengo atados. No puedo quitarme el picor, sólo puedo gritar.

5
Se que es una tontería, pero soy así de curiosa. Es de noche y apenas tengo visibilidad. Con lo que la idea de mirar dentro de una grutadebe ser bastante estúpida.
No me había fijado antes en esta cueva de la playa, y mira que llevo años viniendo. Debo saber que hay en su interior.
Me asomo
Al principio no veo nada, pero poco a poco un suave resplandor la va iluminando. Me ha parecido ver una forma humana justo delante de mí. Cada vez parece que hay más luz, o mis ojos se están acostumbrando muy rápido.
Es extraño
Parece como si estuviera enfrente de una pared de agua. Es imposible. La figura se acerca un poco. Saca la mitad de la cara a través de la pared de agua. Es …
¡Mierda soy yo!

Me quedo completamente quieta, asustada, esperando que no abra los ojos. Parece que me ha oido, y cuando los abre y me mira es terrible, abre la boca y grita algo. No puedo oírlo porque la masa de agua cae sobre mí y me ahogo.

6
Esos movimientos de cabeza no son normales. Ningún ser humano puede hacer eso. ¿Pero qué es?, parece un niño, pero es enorme. Emite sonidos como los de un bebé. No espera, parece más un cachorrillo. Dios, es grotesco.
Un momento. Se ha parado en seco. Como si me hubiera oido. Se gira lentamente hacia mi. No puedo escaparme. Los ojos son como los de un gato por la noche. Y me miran fijamente. Vuelven los movimientos. Es innatural, es aberrante. Los ojos permanecen increíblemente fijos, ¡Imposible!. Extiende hacia mí algo parecido a un brazo y una mano con pocos dedos. Parece que viene. Ya está aquí …
perrolluvia

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Inquieto, nervioso, azorado … como cuando el calzoncillo se te mete por el culo … Siempre me siento de esta forma cuando vengo al torneo de este campo. La primera vez que participé, emergió entre el público una preciosa mujer. Galopó desnuda en un marcadísimo sprint hasta el green. Creo que llevaba un texto escrito en las nalgas, pero por mucho que me fijé no alcancé a leerlo. El público permaneció inmutable, ya están acostumbrados a estos imprevistos. Pero a mí me trastocó todos los planes. No daba palo con bola. Perdí mi concentración y con ella el hoyo y el torneo.


La segunda vez fue todavía más insólita. Me disponía a realizar el approach y llegar al green con dos golpes de ventaja parda. Entonces aparece, agarraos …, un maldito ovni y se posa delante imposibilitándome el golpe. Para colmo de males, baja del cacharro un ser verde igualito que mi suegra, pero en la versión depilada.


Era naranja Bill


Joder, que no, que era verde. Como todos los que se bajan de esos platillos


Bill, eres daltónico. Podrías confundir fácilmente un butanero filipino con un marciano. Tus aliens resultaron ser del servicio de mantenimiento del campo. Bajaron de su jeep con sus uniformes … naranjas


¡Siempre me andas puteando Caddie!. ¡Déjame terminar la historia! … pues lo que decía, se baja un ser asqueroso del platillo y me pregunta no se qué gilipollez. Le envío a freír puñetas y se pira cagando leches. Pero ya me deja fuera de cobertura, mentalmente hablando. A partir de ese momento, mi juego es una calamidad. Mando al garete el mismo torneo en el mismo hoyo de manera escandalosa.


Este año no va a repetirse la misma historia. Llevo una gran ventaja sobre mis rivales, y me dispongo a terminar el último hoyo. Voy a ganar el torneo de Sleighton Valley Hill de calle.

Me encuentro completamente preparado. He traído mi mejor putt, un McLahan que cuesta la friolera de dos mil euros centígrados. Y me he agenciado un cigarro puro cubano. Un Fidel-icidad nº4, liado en la sudorosa superficie del muslo macizo-mestizo de una exótica tabaquera de Camagüey. Lo enciendo con un mechero de antorcha, e inspiro una larga bocanada succionando el alma de la planta. Dejo unos segundos que el humo quede estático en mi boca y noto como se va enfriando. Aparto el puro de mis labios unos centímetros, e inicio el soplo que devolverá la bocanada a la libertad. Justo cuando parece que va a escapar todo, hago un alto y retengo el último hálito que queda. Vuelvo a degustarlo jugueteando con él y lo dejo escapar con el resto, demostrando quien manda.


No sopla una gota de aire y el humo se queda en suspensión, retozando delante de mí frente al sol del atardecer. De repente me viene a la memoria un recuerdo lejano. Un anochecer en el puerto de Rotterdam. El humo que se interpone entre el sol y yo no pertenece en esta ocasión a un habano. Se trata de las emanaciones de la maquinaria de carga y descarga  Es impresionante la actividad que se desarrolla en el puerto de Rotterdam. Todo el ajetreo del comercio mundial en un terreno tan pequeño. Enfrente se encuentra la Nieuwe Waterweg, una vía de agua construida artificialmente que enlaza la zona portuaria con el Mar del Norte. Al fondo se puede ver el Waalhaven, un antiguo aeropuerto militar que ahora se ha convertido en un puerto de carga y descarga de mercancías. Pero existen rumores afirmando que se trata de un silo militar secreto … ¿Qué podría haber allí?


Es un sitio de carga y descarga Bill, allí no hay nada


Ya estamos otra vez Caddie, ¿Y si es algo?, ¿Eh?. Yo estuve allí. Te puedo asegurar que había algo misterioso. Los trabajadores de esa zona no tenían la misma pinta que los del resto del puerto. Además recuerdo el ambiente … cargado y espeso, como una guiness en harina, como un polvorón en el desierto, como …


Es el puerto más grande de Europa Bill. Es normal que hubiera un ambiente algo diferente.


No, era algo más. Acababa de llegar un carguero procedente de Singapur. Ese barco llevaba la tripulación más extraña que he visto en mi vida.


Define extraña


Pues sólo te diré, y te digo de buena fe querido amigo, que la capitana del carguero era una enana tuerta mitad china, mitad india. Al bajar, me miró a medias, como sólo un oriental tuerto puede mirar, y me preguntó por el prostíbulo más cercano.


¿Y qué hiciste?


Le di la tarjeta de la mejor mancebía que conozco. Pero tendrías que haber visto al resto de la tripulación Caddie, sin duda lo más sorprendente que he visto jamás. Parecía un circo en un barco mercante: torvos, grotescos, hoscos, … joder, eran más raros que un perro naranja. Casi se podía palpar el vicio y la depravación flotando como una medusa, extendiendo sus filamentos entre ellos. Había razas que jamás había visto hasta entonces, y alguno parecía estar sin duda hipertransexuado. Si me lo hubieran pedido me hubiera unido a esa tripulación sin pensarlo … ¡Oh siii!


¿Vas a tirar con eso?


¿Con qué?


Con ese palo, no es el que debes utiliz …¡Vaya!, demasiado tarde


No utilicé el palo convenido y la bola salió disparada en una trayectoria tangencial a la curva que debía haber descrito. Atravesó el espacio aéreo del hoyo, pasándose tres pueblos, aterrizando en la espesura. Volví a regalar el torneo de manera estúpida y rompí a llorar como una magdalena desconsolada.


Si se tratara de otro Caddie, le hubiera despedido por no haberme avisado del error a tiempo. Pero es que el mío … no me abandona, me tiene mucho aprecio. Desde que la palmó, me persigue a todas partes. Sale barato y el muy hijodeputa resulta ser una bellísima persona

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Vas a ponerte hasta arriba de patatas fritas, y vas a abrir la boca para que todos podamos ver lo que masticas

… como hacen los niños pequeños

Cuando empiecen a apartar la mirada, les retienes agarrando un bote de ketchup y sin cerrar la boca, lo vas a disparar a bocajarro contra los cachos de patata que centrifugan cerca de tu garganta

Luego intentarás masticar con la boca abierta, para permitir que se vea la operativa de triturar féculas con el mayor detalle posible. Y no vas a parar hasta que alguien te grite -¡Guarro! – y tu sonrías mientras terminas de mascar, totalmente complacido

El eructo final es opcional y podrás hacerlo o no, según se te antoje. Lo que se espera de ti es todo el añadido de tu propuesta personal:
Esos movimientos no intencionados que vas a realizar, impregnados de ese aroma aceitoso, y de la naturalidad animal de la que haces gala, exhibiendo toda la obscenidad que permita tu interpretación

Repetirás una actuación por la que eres querido, y por la que se te considera el bufón del grupo, algo para lo que crees que has nacido

Hasta que se aburran de ti, lo que te causará grandes problemas, porque no serás capaz de hacer otra cosa. Y porque nunca serás consciente de que eres tú mismo quien ha cavado su propia tumba

Bufón

perrolluvia

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La chica del reloj dice:

—Mamá, tengo algo que decirte.

A su lado hay una mujer rubia, de unos 50 años, que mira hacia otro lado. La chica del reloj mira el reloj.

—Mamá, no soy feliz.

La mujer pasa la mano por el cuello de su abrigo con estampado de leopardo. Se mira las uñas pintadas de color marrón.

La chica del reloj mira a la mujer. La mujer dice:

—Nunca sabes que existe hasta que lo pides.

Después, abre su bolso y saca una agenda. Pasa las páginas con los finos dedos. Comienza a anotar algo.

El camarero se acerca a la mesa. La chica del reloj no dice nada. La mujer dice:

—Tomaremos la dorada salvaje y las nécoras de la bahía. Beberemos champán rosado.

La chica del reloj dice:

—Dentro de tu cabeza sé que tiene que haber algo.

El camarero sirve el champán y las nécoras. La mujer bebe un sorbo, se arremanga y empieza a comer.

La chica del reloj mira el reloj. Enciende un cigarrillo. Dice:

—Sabes que no me gusta el champán.

La mujer dice:

—Es curioso cómo estando tan hacia el interior tenemos por aquí un marisco de primera.

La mujer toma la copa, la alza y dice:

—Salud.

La chica del reloj llama al camarero y pide una coca cola. Mira las nécoras.

La mujer dice:

—Créeme, siempre he conseguido todo lo que me he propuesto.

La chica del reloj apaga el cigarro. Dice:

—Mamá, dejo la universidad.

Se levanta, le da un beso en la frente y se va.

El camarero cambia los cubiertos y sirve la dorada. La mujer se queda mirando al infinito. Dice:

—En el fondo me haces falta.

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Historia de Manuel

Querido Fernando:

Tendría que haberte escrito antes, o mejor aún, llamado, quedar para hablar, yo que sé, algo… que eres mi hermano. No quiero excusarme diciendo “todo ha pasado muy rápido”, pero bueno…lee y estoy seguro de que comprenderás.

 

Hace ya… pues casi tres meses, volvía a casa después de pasar la mañana en la oficina: cafelito, Internet, expedientes, aperitivo…en fin, lo de siempre. El Metro iba a reventar, así que en Nuevos Ministerios bajé para dejar salir a la gente que me empujaba, y justo antes de volver al vagón se me acerca un tío, sonriéndome de par en par.

          ¿Cómo estás, Manuel? Cuantísimo tiempo –dijo muy efusivo, sacudiéndome la mano-. ¿No me reconoces?

          Pues…va a ser que no, que ni te conozco, ni soy Manuel –le dije con cara de pocos amigos-.

          No ¿eh? –apenas se sorprendió-. Bueno, si no me quieres saludar, no me saludes…Mira –sacó un carnet de alguna ONG-. Estamos recogiendo fondos para las inundaciones en Vietnam. No hay agua corriente, muchos problemas de higiene…bla, bla, bla… así que vendemos este jabón para concienciar a la gente…

          Perdona, perdona, pero tengo prisa…

          ..toma –me entregó un paquetito sin escucharme-. No te asustes, te lo doy gratis. Después se volvió hacia un grupito de estudiantes, desentendiéndose de mí-.

Aunque estaba sin abrir, y era jabón de Marsella, el tío me había parecido tan raro que lo cogí con dos dedos y lo tiré en la primera papelera.

 

Pasé la tarde en casa como de costumbre, viendo culebrones y concursos. Después de mi sopa de sobre y mi yoghourt desnatado pasé por el baño para lavarme los dientes. Mientras me enjuagaba me acordé del tío del Metro. Pedir, mendigar…convencer de causas imposibles. Ese era su trabajo, con vacaciones en lugares aún más tristes. Recordando mi butaca y mi mesa limpia en el Ayuntamiento, yo sonreía ante el espejo, más aliviado que satisfecho.

Pero viendo las canas sobre los ojos miopes y cercados de bolsas, y la indecente y colgante papada, me acordé de los tiempos en que lucíamos orgullosos nuestra boina de guerrilleros –Paquito, Elena, Pepa, tú y yo, ¿eh, Ferni?, menuda pandilla-, y en el camino recorrido desde entonces hasta mi silla del Ayuntamiento. Y no sé por qué me acordé de aquella fábula de tres tíos a los que dan cinco euros –o algo así- y al final de la historia tienen que rendir cuentas. A punto de preguntarme dónde había echado yo mis euros, me sorprendió, como siempre, una expresión de bostezo absoluto. Escupí los restos del colutorio y me sequé cuidadosamente, con mi toalla oliendo a jabón de Marsella. Siempre jabón de Marsella, Ferni, el olor de mamá…

 

Al día siguiente, a la salida del Metro, había un stand del Círculo de Lectores haciendo propaganda. Ya sabes, Fernando, qué coñazo son estos tíos. Pero el caso es que una chica –bastante mona, por cierto- se me acercó, saludándome, al parecer, con mucho afecto:

– Cómo has cambiado, Manolo. Estás muy guapo. ¿Has adelgazado, verdad? –hizo ademán de darme dos besos, pero yo la atajé-.

– No soy Manolo, te has equivocado, y no te voy a comprar nada. Ya soy socio del Círculo –dije, escabulléndome-.

– Bueno, hombre, tranquilo –dijo sin dejar de sonreir-. Te habré confundido con un amigo, pero es que eres igual…

Se me quedó mirando hasta que cogí el ascensor. Yo no me atrevía a apartar la vista de las puertas de la cabina, un poco avergonzado de  de no haberle dicho que también estaba muy buena –porque el caso es que lo estaba, Ferni- o que se conservaba bien o que…vendía muy bien los libros, no sé, cualquier tontería de esas, que nunca atino a decir en el momento justo. Ya me conoces, siempre he sido muy parado. Pero lo que si sentí, cuando ella se inclinó para darme los dos besos, fue un discreto olor a jabón de Marsella.

 

Cuando llegué a la oficina, me dijeron que me llamaba el Jefe del Negociado. Me recibió con una sonrisa –para mí- inédita y me explicó que había sido preseleccionado para una comisión de servicio en Viena “un intercambio entre Ayuntamientos, compartir experiencias, formación, nuevos rumbos del urbanismo, y esas cositas…Dietas, indemnización extra por desplazamiento y…bla, bla, bla”. Tú sabes lo que me gusta Viena, casi desde pequeño, y sobre todo desde que leí El Tercer Hombre, ¿te acuerdas, Ferni, cuántas veces hemos visto la película?.

          …entonces, qué le parece, Manuel…o Manolo, ¿cómo prefiere?-

          Pues, verá…es que  yo no soy Manuel

          ¿Cómo? ¿No es Vd. Manuel Álvarez Carmona?

          Pues no. Ese es otro compañero, que aprobó unas oposiciones para la Comunidad y se ha incorporado esta semana a su destino en la Consejería de Cultura…

          ¿Está seguro? Tengo que hablar con mi Secretaria, ¡estos de administración se han vuelto a confundir! En fin, una lástima, porque…claro, el puesto era para ese señor, ya sabe Vd. como son estas cosas…

          Sí, claro, claro, muchas gracias en cualquier caso.

“Podría haberle dicho algo, no sé, también yo estoy capacitado, tengo conocimientos de alemán, creo que también tengo el perfil…”. Sentado en mi mesa, me levanté y volví a sentar hasta cuatro veces, antes de correr de nuevo al despacho del Jefe. Pero en la puerta, la Secretaria me detuvo en seco, alzando las cejas.

          Ahora no se le puede molestar

          Será solo un minuto…

          Será mañana. Ahora es imposible

Y aquello fue inapelable, Ferni. Entré en el servicio, y después de usar a conciencia el inodoro –lo había pasado mal en la entrevista, y peor decidiendo si volver o no al despacho- me lavé las manos. En lugar del depósito de gel espumoso, habían puesto jabón que, lógicamente, no era de Marsella. Miré largamente la pastilla, mientras volvía poco a poco en mí. Bien mirado, en el Ayuntamiento no sé estaba tan mal; se estaba muy bien. Además, en Viena hacía mucho frío. Y siempre me quedaría el DVD de El Tercer Hombre; en cuanto a los euros –o los talentos-, eso eran cosas de cuentos, como las hadas madrinas y la varita mágica.

 

De vuelta a casa, paré en un bar para tomar una manzanilla. Aún me sentía acelerado y no tenía sobrecitos en casa. Sentado en la barra, sentí que me tocaban en el brazo.

          Manuel, hijo, qué alegría verte –una anciana de negro raído me cogía la mano-

          Disculpe señora, pero yo no…-callé al advertir los gestos del camarero, pidiéndome que siguiera la corriente-.

          Tienes que acompañarme a casa, hijo, me he vuelto a perder. Es que casi no veo –sus ojos apenas asomaban tras los cristales multirrayados de sus gafas-. ¿Sabes por qué te he reconocido? Por el olor a jabón de Marsella. Sigues lavando igual, ¿verdad hijo? Anda, vámonos a casa y merendaremos chocolate, ¿eh? Verás que bueno…-. La vieja, temblona, me agarraba con su mano huesusa y helada.. Los restos de su pelo amarillento se pegaban al cráneo en un moño. Mascaba y mascaba con sus encías casi sin dientes, y al hacerlo encogía aún más sus millones de arrugas. Tenía un aire de animal perdido y un olor a cerrado, como de trasto viejo. Aún permaneció un momento con sus ojos empañados mirando al vacío, y luego, sin decir nada, soltó mi mano lentamente y se marchó.

          ¿Vive cerca? –pregunté al barman-.

          Ni idea. Tenía un hijo que sí venía alguna vez, pero murió hace un par de años. Desde entonces, ella aparece alguna vez por aquí…A veces la recogen esos del Samur social…

          Pero, ¿no está en ninguna residencia?

El camarero se encogió de hombros y fue a atender a un cliente. Me acerqué a la salida. La anciana cruzó la calle sin semáforos, y a punto estuvo de ser arrollada por el autobús. Ni siquiera el frenazo y la bocina la hicieron reaccionar. Yo me quedé en la puerta del bar viendo como el bulto de la vieja se perdía, bamboleándose calle abajo, hasta que desapareció de mi vista, metiéndose por una callejuela. Y en ese momento, salí corriendo del bar.

******************

Te escribo para despedirme, Fernando. La residencia donde llevé al “Hada del Chocolate”, como la llaman, está cogestionada por aquélla ONG que regalaba el jabón de Marsella. Empecé visitándola una tarde a la semana –para tomar chocolate-, y después trabajando como voluntario. También me las he arreglado para liar en el tema a Mónica, la chica del Círculo. Salimos para Vietnam pasado mañana.

Por cierto, han vuelto a ofertar esa comisión de servicio para Viena. Pero ahora, lo único que quiero es llegar a Vietnam y lavar la ropa con jabón de Marsella, pues tengo miedo de que mi vieja, mi hada madrina, no pueda reconocerme a la vuelta.

Se despide de ti con un fuerte abrazo tu hermano,

 

Manuel

 

PD: Como el Hada del Chocolote, habrás notado que yo también tengo nuevo nombre. Aunque siempre seremos hermanos, a Manuel le debo algo que yo solo no supe encontrar aquella noche frente al espejo

 

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