Sabía perfectamente lo que se traía entre manos. No era ni la primera ni la última vez que lo hacía. Él era Julius, el mejor y más guapo traficante de arte de Europa.
Jamás había sido arrestado, y jamás lo sería. Las autoridades lo adoraban aunque se saltara continuamente la ley. De hecho había colaborado para atrapar a verdaderos criminales que hacían cosas verdaderamente malvadas.
Julius al fin y al cabo rodeaba de glamour y distinción todo aquello que tocaba.
Era muy querido, y tenía una legión de fans. Las mujeres lo adoraban, pero llegaba un momento en el que le aburrían. Incluso las más bellas. Y ningún hombre podía equipararse a él. Por eso, lo último que había planeado Julius era su boda, consigo mismo.
La iglesia inicialmente había rechazado la propuesta, pero el sumo pontífice era un gran fan. De modo que se confeccionó una enmienda de la ley eclesiástica.
La boda tendría lugar en la Basílica de San Marcos en Venecia, una de las ciudades favoritas de Julius. Al mismo tiempo aprovecharía para cerrar un par de ‘negocios’ que se traía entre manos. Ello le reportaría unos emolumentos que le permitirían satisfacer los requisitos de su luna de miel de cinco años de duración.
Para la noche de bodas, Julius había alquilado el hotel Excelsior completo, única y exclusivamente para él. Durante esa noche sería el único habitante del magnífico hotel. Allí es donde quería pasar la noche más romántica de su vida. De hecho serían las noches más románticas de su vida, ya que había alquilado el hotel entero para todos los aniversarios que le quedaban hasta el fin de sus días.
Pero Julius, en toda la inmensidad de su plan, no hubiera podido imaginar lo que iba a ocurrir a continuación.
– Joder, esta peli es cojonuda ¿Cuál es el título?
– Es “Julius Augustus VI, El arte del Ladrón de Arte “
– Ahh!!
Aluciné un rato con la película, pero el autobús iba a parar. El efecto del porro, que me había mantenido enfrascado en el argumento, desaparecía. Algo tendría que hacer. Entre los ronquidos, los gritos de unos niños, y la conversación de un par de paisanas durante tooodo el trayecto, sería incapaz de mantener la concentración.
El autobús se detuvo para que pudiéramos ir a mear, estirar las piernas, y para que pudiera encontrar algo en mi bolsa de Sport-Billy. Algo que me hiciera aguantar el maldito viajecito a Inur en el bus. Todavía me quedaban tres horas por delante. ¡Buff! …
Esto es lo que voy a hacer. Iré detrás del cagadero, abriré mi bolsa, y pillaré algo de los múltiples regalitos que hay dentro.
Es un buen plan.
Voy hacia allí y mientras trato de recordar lo que había en su interior,cuando me la dieron. Vamos a ver … sí, recuerdo la escena entera, ahí estoy, el gran Saturnino …
Él se encuentra en la transitada estación de autobuses de la Avenida de África. Ya tiene en su poder el billete de autobús. Hubiera usado su Rolls, pero esta vez Saturnino ‘el Santo’ quiere un poco de acción e interacción. Está decidido a buscar una aventura.
En la planta del intercambiador que se encuentra justo encima de las dársenas de los autobuses, conoce a un exótico aborigen de alguna tierra remota y extraña. Se presenta como Ahmad, pero Sat ‘the Saint’ conoce su verdadero nombre. Es Ahmad ‘el León de la Nieve, y Señor de las Plantas’, aunque en la tierra de Ahmad nunca hay verdadera nieve, y sólo conoce un tipo específico de plantas.
Ahmad le propone la difícil y peligrosa tarea a Sat de portar esa bolsa a través de múltiples peligros hasta llegar a las agrestes tierras nórdicas. Sin duda, él es el único que puede llevar a cabo con éxito esta ardua tarea.
Obviamente los servicios de un profesional de su talla no son baratos. De modo que llegan a un acuerdo y Ahmad el León de la Nieve ofrece a Sat ‘El Santo’ una parte del tesoro que se encuentra en el interior de la misteriosa bolsa.
Después de despedirse del exótico Ahmad, y de que este le avise de los peligros que puede entrañar que la bolsa no llegue a su destino, Sat vuela hacia un excusado de la terminal. Allí abre la bolsa para contemplar el impresionante resplandor de la mercancía digna de los mejores artesanos de la antigua ciencia de la psicotropía.
– ¡¡¡Ya lo tengo!!! – Recuerdo la disposición perfectamente, así que saco, casi sin mirar una bolsita con bastante speed, y me empolvo la nariz con toda la cantidad que me da tiempo en los cinco minutos que dura la parada.
Cuando volvemos al autobús, descubro que la película continúa y no puedo aguantar un chillido de emoción que vuelve las cabezas de todo el autobús hacia mí … Pero es que no lo puedo evitar, Julius está enfrente de la basílica todo maqueado …
Como toda estrella que se precie, el más famoso contrabandista de arte iba totalmente equipado para la ocasión. Llevaba un Armando color blanco ceguera que el propio Giorgio había confeccionado a mano para él. La melena plateada de Julius reposaba sobre unas hombreras doradas de cosaco que estaban montadas en el frac nuclear. Su perilla perfectamente recortada en finas líneas, enmarcaba la dentadura de 28 piezas perfectas de circonio y coral perlado. Julius estaba perfecto
Justo en el momento en que Julius iniciaba su entrada en la basílica, fue interrumpido por un rumor. El zumbido empezó a crecer, y a agotar el resto de sonidos alrededor. Ese molesto ruido se convertía en un horrendo lamento que dañaba los oídos y crispaba la cordura. Cuando se despejó la confusión, resultó ser demasiado tarde.
¿Para todos?
No para Julius
– Hostiaaaaaaa
– Chssssssttttttttt – La gente me miraba con odio en el autobús. Pero es que casi me cago de la emoción. Puto Julius …
Miraron hacia el final de la plaza, y vieron como una inmensa forma azulada se acercaba a toda velocidad. Julius se percató de inmediato. Sin duda se trataba de la gigantesca ola formada por un tsunami.
Pararon la película un rato, porque me dio un ataque de arcadas, y empecé a devolver como nunca lo había hecho antes. Mucha gente se contagió con los ruidos de mis vómitos y también se pusieron a echar hasta la primera papilla.
Además, tuvieron que parar el autobús, abrir las ventanillas y dejar que los que estábamos mareados, más de la mitad del autobús, bajáramos unos instantes a tomar algo de aire fresco.
Cuando volvíamos, el speed en mi organismo ya empezaba a surcar la cresta de la ola.
Es una ola gigante
Espuma plateada en la cresta. Muy amenazante
Julius sonríe mientras los demás tiemblan
Es un reto para él, uno nuevo
Mira a su alrededor, se fija en las mesas de una cafetería cercana
Corre hasta allí como un … ¡¡ fiuuuuuu !!, como una exhalación
Agarra una mesa alargada, le arranca las patas
Corre con ella al encuentro de la ola
Cuando esta le va a engullir
– Oh Dios mío
Un plano desde la cresta de la ola.
Julius del tamaño de una hormiga.
La ola es descomunal
– Oh Dios mío
La ola cae aplastando el Palacio Ducal al lado de la basílica
– Madre mía
En el último momento Julius hace una maniobra lateral. Y … empieza a surfear la ola gigante mientras esta destroza a todos los que se encontraban en la plaza, incluyendo al bueno de Giorgio.
– Qué tío!, Qué tío!, Jodeeeeeeer!!! Qué tío!!!! – Allí de pié en medio del pasillo del autobús se me caían lágrimas de la emoción
No se sabe qué imponía más respeto, si la ola gigante destrozando la preciosa ciudad milenaria, o Julius en la cima de la misma sonriendo. Parecía como si ÉL, hubiera domado a una antiquísima criatura mitológica.
ÉL ERA JULIUS …
Una luz del autobús estaba parpadeando. Al principio creí que la película se terminaba, pero no, nos avisaban de otra parada en la ciudad de Gurbos.
¡Dios mío!, el corazón me palpitaba cosa fina, iba a toda leche, como si se fuera a tirar un pedo. Pero claro, se trataba del órgano equivocado. Esto no era nada bueno. Requería elaborar un nuevo plan, de modo que abro la bolsa y encuentro algo que puede ayudarme a detener mis mega-palpitaciones. En un telediario ví que se utilizaba como sedante para caballos. Seguro que podía tranquilizar a mi hiposo corazón. Bebo el líquido de la ampolla, y subo deprisa al autobús.
Dios, han sentado a un tío gigante 2×2 en mi sillón .
Hostia, no está en mi sillón, está en el de al lado … y ocupa parte del mío a la vez.
Llego a su lado
– Tío, me dejas pasar? – él me mira, y con un gesto de me importa un huevo, y otro de qué le voy a hacer, se queda donde está sin moverse un milímetro.
Jodeeeer, jodeeeer, … ¿Qué haría Julius en mi situación?
Pienso en saltar por encima suyo, o en estrangularle con la parte anterior de la rodilla, que se llama corva, o en un golpe en la nuez -este me lo enseñó un amigo-, pero coño, coño, coño, si este tío no tiene nuez … joder, no tiene cuello. Y yo estoy muy cansado. Ufff, estoy cansado de la leche. Así que lo que voy a hacer es sentarme en el pasillo del autobús y recostarme en mi bolsa de sport billy. Seguiré viendo la peli … Mira a Julius … surfea una Venecia destruida sobre una mesa de cafetería sin patas …
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Un frenazo y una sacudida, seguida por pitidos e insultos me despierta. El conductor del autobús jura en arameo a alguien que le ha hecho una pirula en la carretera …
Me he dormido, me he perdido la peli!!!!! Mierda!!!!!!
Ah! No, menos mal !
Parece que sigue …
Julius ha vuelto de su escondite secreto en Mónaco, a las ruinas de Venecia para encontrarse con otro contrabandista de arte y terminar la transacción pactada.
Los canales están repletos de cadáveres post-tsunami, que flotan en diferentes direcciones. Los cuerpos se apartan reverencialmente cuando pasa el ultra-fueraborda de Julius.
La entrega de las piezas está programada para las 12 de la noche en el antiguo palacete ca’Rezzonico. O al menos lo que quedaba de él.
Julius entra con la mega-lancha entera en el portalón, barriendo las pocas esculturas que aún quedaban en pié. Salta ágil como un mandril, y se aferra a una preciosa lámpara de cristal de Murano del siglo XVIII, se balancea hasta alcanzar las escaleras. Sube como una centella los escalones a intervalos de tres y cuatro con las piernas derecha e izquierda respectivamente. ( Esto nos transporta a un flashback de “Julius Augustus IV, El Orgasmo del Arte”, cuando Julius es herido en la pierna derecha por el Arpón de un buzo y una dentellada de un tiburón blanco al mismo tiempo )
Cuando Julius alcanza el último piso, puede ver unas cuantas pinturas del genial Canaletto tiradas por el suelo. Una sombra femenina está intentando ponerlos en pié. A medida que se acerca, podemos distinguir más y más su figura. Sus curvas cosenoidales perfectas. Su pétrea máscara de Nefertiti sonrojada. El súmmum de la belleza. Esas facciones no pueden inspirar otra cosa que no sea la más antigua realeza. Julius por primera vez en todas sus películas, queda algo perplejo. Como si no supiera qué hacer. ( Es un momento cumbre en la heptalogía … )
No puedo más y trago un par de pastillas de la bolsa que no se ni la pinta que tienen. Joer, no tengo palomitas, ni chucherías, nada para ver la peli …
– Auuuurgsffff … – mierda, esto si que es raro. La película parece que toma tintes en 3D. Los colores empiezan a atacarme: primero el rojo; el hijoputa del rojo me está lacerando la piel.
– Dioooouuugsssss…. – el grito se ahoga en mi boca. Alcanzo una botella de agua que hay tirada en el suelo, y le doy un trago infinito.
La última imagen que se quema en mi cerebro es Julius escapando con la hermosa contrabandista y un enorme botín.
Ahí, es cuando me quedo inconsciente.
Una cámara desciende del techo infinito del autobús a centenares de kilómetros del suelo. Se va retorciendo en giros que van perdiendo velocidad. El picado del zoom sin embargo aumenta, y presagia un inevitable impacto.
Parece que la cámara empieza a enfocar un cuerpo. El cuerpo reposa en el pasillo de un autobús vacío. La cámara ya llega y se precipita sobre el cuerpo
– Oigaaaaa despierte … – abro los ojos, una tarea que me resulta imposible, y me está zarandeando el conductor – Despierte ya coño, que hemos llegado …
Me incorporo y salgo del autobús dando tumbos contra todos los sillones del pasillo. Sesea mi cuerpo, y también mi boca mientras intento articular palabras
Bajo del autobús, miro a mi alrededor, me estiro y respiro la mejor bocanada de aire de mi vida.
Así gano la suficiente fuerza para poder salir de la estación.
De repente una viejecita se me acerca
– Hola Francisco, por fin has llegado hijo. Mira, he comprado unas necoritas para cocerte en cuanto lleguemos a casita – la vieja no para de darme achuchones y besos
– Señora, se equivoca, yo no soy Francisco, yo …
– Cállate hijoputa – me dice la abuela todavía sonriendo – coge la bolsa y ven conmigo ahora
Joder, creo que esta vez me he pasado con los estupefacientes. Aunque para corroborar que esto no es así, puedo ver como mi ‘abuela’ asoma la culata de una pipa entre unas nécoras.
El poco razonamiento que queda en mi cerebro frito, me impulsa en la misma dirección que la abuela. Cuando nos acercamos a la salida, una inmensa montaña aparece doblando la esquina.
Coño qué susto.
Es el pasajero king-size que ocupaba los dos sitios (el suyo y el mío) del autobús.
– Policía, quietos – dice el pollo. Coño, no le pega esa voz de pito. Es un Poli!!!, es un Poli!!!!
– Eres un poli tío??????? – Mientras expreso mi incredulidad, la abuelita hace un amago, pero se da cuenta de que el big-boy lo tiene todo controlado y se queda quieta. Yo al haber visto a la abuela, ya he iniciado un movimiento estilo Julius, un poco sesgado por los efectos residuales de los estupefacientes. En lugar de alejarme de mi ex compañero de viaje, me acerco más al elemento..
Me ve iniciar la faena, estira su enooorme brazo-jamón y me alcanza con el antebrazo en la frente. Me derriba como la gravedad golpea a un fruto maduro. Todo se vuelve a hacer negro para mi.
Antes de recobrar la consciencia, tengo un momento de lucidez. Y me pregunto
¿Cómo haría Julius para escapar de la cárcel?
perrolluvia
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