─Por favor señora, cuente exactamente lo sucedido
─Es señorita
─Disculpe
─Una noche normal en el bar de la gasolinera, pero con mucho trabajo. Estaba lloviendo a mares ¿Sabe? Y hacía un frío que pelaba. Tenía los pies destrozados de todo el día de trabajo y de la humedad. Entró este hombre. Llevaba un abrigo mojado y muy sucio. Era guapo pero muy frío… daba mucho miedo.
─¿Haría usted el favor de hablar con el retratista un poco más tarde? Un retrato robot sería muy útil. Continúe por favor
─Cuando entró fue terrible. Apareció por la puerta y fue como si todo el calor del bar fuera succionado. Yo creo que todos tuvimos un escalofrío al verle, era imposible apartar la mirada.
─¿Qué ocurrió cuando entró? ¿Les amenazó?
─No, no, de este hombre sólo salían palabras educadas. Pero la forma de decirlas… no se, era muy extraño. Era como si nos odiara a todos.
Se dio cuenta de que nos habíamos quedado congelados e intentó quitar hierro al asunto, pero, de verdad que me puso más nerviosa. Dijo que hacía un frío infernal fuera y que quería calentar los huesos. Pidió un café. Me puse tan nerviosa que lo derramé. Cuando se lo llevé me dio las gracias, pero me hizo sentir como si fuera un elefante en una cacharrería.
─Le dijo algo?
─Bueno, en realidad le dio un par de sorbos al café y le dio un manotazo a la taza estampándola contra la pared. Dijo que se había quemado y que había sido un accidente. Pero lo hizo aposta agente. Nuestro café tal vez no sea el mejor del mundo, pero la rabia que había en su mirada mientras lo hizo …
─¿Alguna cosa más que se le ocurra? ¿Volvió a dirigirle la palabra o a interaccionar con él?
─No
─Eso es todo señorita, muchas gracias por la declaración
…
─Señor, estaba usted en la bar de la gasolinera en esa fecha?
─Por Dios que sí estaba señor. Estaba tomando un tentempié de alubias con su morcillita y su choricito. Entonces entró ese hombre. Arda yo en el infierno si no tenía la pinta del mismísimo diablo. Con ese abrigo lleno de mierda … hablando en plata … y esa mirada de grandísimo hijo de puta. Discúlpeme otra vez agente. Cuando tiró la taza contra la pared, casi le da a Juana. Ella puede que no sea la camarera más rápida del mundo, pero sabe Dios que con esas curvas no lo necesita. A mi me gustan rellenitas ¿Sabe usted?
─Continúe …
─Bueno, no le iba a consentir ese trato a una señorita. De modo que me levanté para darle un buen par de hostias. Cuando me acerqué un poco hacia donde estaba, me miró y me quedé helado. El tipo me sonríe y, ¡Madre mía!, casi se me para el corazón
─¿Qué le dijo?
─Me dijo que el café que servían en este local estaba de muerte. Y lo dijo en un tono que no era precisamente amigable. ¿Entiende lo que le digo? El tipo se puso en pié y se acercó más hacia mí. Casi me meo en los pantalones.
─¿Le agredió?
─No, peor, me invitó a un café. De modo que volví a mi sitio en la barra y me lo tomé. Si puedo evitar una pelea, pues la evito, ¿Entiende?
…
─Se encontraba usted con sus dos hijos, ¿No es así señora?
─Así es, tomábamos algo mientras mi marido… repostaba…
─Lo siento mucho Señora, tenga mi pañuelo. Tómese el tiempo que quiera
─Gracias, ya estoy bien.
─De acuerdo, dígame ¿Cómo ocurrió?
─Ese… hombre se acercó hasta donde estábamos. Se fijó mis hijos y luego en mí. Nos miró de arriba abajo.
─¿Les agredió?
─No
─Entonces, ¿Esas contusiones en su cara?
─Fue un accidente
─Señora, yo…
─¡He dicho que fue un accidente!
─De acuerdo, continúe
─Parecía que nos estuviera haciendo una radiografía. Recuerdo el silencio que había en el bar. Alguien había quitado la música; sólo se oía la lluvia. Mis hijos estaban bastante asustados. El mayor, no pudo evitarlo y se hizo pis.
─¿En algún momento habló con usted?
─Sí, me preguntó que qué me pasaba. Le dije la verdad, que se trataba de un accidente
─¿Y qué hizo?
─Me enseñó una identificación de policía y me dijo que podía ayudarme. Sí, ayudarme…
─¿Era policía?
─Ese hombre no podría ser un policía. Además, la identificación estaba manchada de algo que parecía sangre. Le preguntó a mi hijo pequeño por su papá y el pobre señaló hacia la gasolinera antes de que yo pudiese evitarlo
─¿Salió del bar?
─Fue hacia la puerta de la cafetería y antes de cruzarla, dijo que estaba diluviando fuera. Nos advirtió que no saliéramos. Dijo que podía ser muy peligroso.
─¿Y nadie lo hizo?, ¿Nadie salió?
─Usted no sabe como lo decía. Ese hombre es el diablo. A ninguno se nos pasó por la cabeza desobedecerle. Al rato…
─ Por favor, continúe
─Al rato apareció con mi marido. Dio una patada en la puerta y apareció con el cuerpo de mi marido en brazos. ¡Dios Santo!. …¡Y los ojos! ¡Sus ojos! estaban abiertos, y miraban a todas partes. ¡Me miraban a mí!
─Señora, mantenga la calma… tome esto es un tranquilizante
…
─¿Es usted el encargado de la gasolinera?
─Sip, servidol de Dios y dusté
─¿Dónde se encontraba?
─Estaba ahí fuera. Con la q’arreaba tenía que pringar. Había mucho poblema con el tráfico, ya m’entiende. Mucho cochej que surtir
─¿Qué pudo ver usted?
─Cuando apareció por er que me pregunta, sólo había un pollo echando gasofa. Yo… yo me dije que era un colega. No podía ver mu bien al indiiduo porque caían chuzos de punta ¿Sabusté?. El der coche había llenao er depósito y m’había dao er prástico pa pagal. Asín que me metí en la caseta pa pasarlo pol la tepuve. Tenía a los estopa a toda leche, asín que no oí ná. Cuando vorví er der coche estaba en er suelo con el cuello partío en dos. Miré al tío raro y me dijo que s’había dao una hostia d’espanto.
─¿Cómo estaba el cuerpo?
─Estaba doblao mu malamente. Pero cuando lo flipamos de verdá ej cuando erepente se puso a mover
─¿El cuerpo se movía?
─Debía sel lajonvulsiones pofmorten. Era como una lagartija cuando le cortas er rabo. Nos dio un sutto… Er rarito lo cogió enbrazos y se lo arrastró ar bar pidiendun médico.
─¿Pedía un médico? ¿Entonces fue un accidente?
─Eso ya… no li puedo yo decil. Polque no lo vi con estos misojos. Pero si que fue mu fuerte polque al entral iba cargao con el cuelpo y fue comuna xalación. Dentro tenía otra pinta. Usea que se notaba que’staba mu muerto ¿Sabusté? No daba lugal a dudas.
…
─Cuénte lo ocurrido
─Entra el tipo con un cadáver en brazos. Tenía el cuello doblado en un ángulo extraño. Recuerdo la boca abierta, llena de sangre y con trozos de dientes colgando de las encías. ¡Era asqueroso! Y delante de su familia.
─¿Es cierto que pedía un médico?
─Sí, pero miró el cadáver más cuidadosamente y desechó esa idea. Sin duda se dio cuenta del espectáculo que estaba montando y dejó el cuerpo.
─¿Parecía tratarse de un accidente?
─No
─¿Porqué no?
─Ese tío. Ese hace que los accidentes ocurran. Ese no era trigo limpio. Se identificó como un policía. Pero ni por un asomo lo parecía. Con un abrigo lleno de barro y sangre. Con una voz y unas formas. No he visto nadie así y créame que conozco verdaderos criminales. Este tipo era lo más malo que he visto jamás.
─¿Qué ocurrió entonces?
─No se, se fue. Es todo muy confuso
…
Paró de llover y todo quedó en silencio, excepto por las gotas que todavía se desprendían de los árboles y del tejado del bar. En el suelo se habían formado multitud de charcos. Aquellos que se encontraban alrededor de la entrada al bar de la gasolinera estaban teñidos de rojo. La puerta del bar estaba entreabierta. No dejaba que se cerrara la pierna de un cadáver. El resto del cuerpo estaba en el interior, y al lado del cadáver se encontraba él, de pié, frente al resto.
Un halo de terror por la visión del cuerpo les mantenía a todos paralizados. Sólo se oían los sollozos de los niños pequeños. La madre de los niños estaba muda de espanto. Él se adelantó hasta interponerse entre ellos y el cadáver. Levantó la cabeza y les dedicó una mirada que hubiera congelado una caldera. Sólo se escuchaba su respiración, muy profunda y pausada.
De repente se dio la vuelta y miró hacia fuera.
─Vaya, amigos, ha dejado de llover ─dijo
Abrió la puerta e inspiró profundamente. Sin decir una palabra más, agarró sus cosas y salió hacia el coche. Limpió con el abrigo unos restos de sangre del guardabarros. Debían ser del policía que había atropellado en la carretera unas horas antes. Montó en el coche, encendió el motor y se fue.
Abrió la ventanilla. Entraba una brisa deliciosa con olor a lluvia reciente. La luna asomaba por un claro entre las nubes.
Iba a ser una noche preciosa
perrolluvia
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